Javier Gómez Bermúdez despertó pasiones durante el juicio del 11-M. Su carisma creció y creció durante los cuatro meses y medio que duró la vista, y tal vez, eso inspiró una infundada esperanza de que la sentencia que tuvo que redactar sería a gusto de todos. Pero no fue así y eso repercutió sobre la imagen de héroe justiciero que se había granjeado. No había pasado un mes de la lectura pública del fallo cuando salió a la venta un libro sobre él y el juicio, convertido en gesta en la pluma de su esposa.
Durante el juicio, se ganó la confianza de las víctimas y revistió su figura de un respeto que va más allá del que impone la toga. Será por su carisma en la gestión del día a día del proceso, que duró cuatro meses y medio; su severa autoridad manifestada tanto con los procesados como con los abogados y los fiscales; su control absoluto de todos los detalles del proceso, desde los asuntos informáticos y audiovisuales de la retransmisión hasta el calendario del juicio, que parecía tener programado en su cabeza; su perspicacia a la hora de cortar preguntas y respuestas que no iban a ninguna parte o las que tenían segundas intenciones; incluso el tono de su voz, con el que modulaba la gravedad de sus intervenciones desde el cabreo manifiesto hasta la condescendencia que podía permitirse sin que nadie se le subiera a las barbas.
Sin embargo, pareció tomarse el juicio con la mayor naturalidad del mundo, desprendiendo a veces alardes de campechanía.
Sus momentos de mayor tensión manifiesta los vivió ante el insubordinado e impertinente Rafá Zouhier. Aunque lo que de verdad pareció exasperarle fueron los fallos que ralentizaron las vistas y le desviaban del 'plan de vuelo' trazado hasta el último detalle. A los intérpretes de árabe les cayó más de un rapapolvo por no hacer su trabajo como se esperaba: "Traductores, les quiero en mi despacho inmediatamente", fue una de sus frases más sonadas.
En una carta publicada por elmundo.es a los pocos días de comenzar el juicio, Ángeles Pedraza, que perdió a su hija en los atentados, expresaba el apoyo que suponía el presidente del tribunal para este colectivo en un momento tan delicado del proceso: "El juez Bermúdez es lo mejor que nos ha pasado en el juicio y quien me ayuda a seguir teniendo fe".
Al final del juicio, todos los abogados de defensas y acusaciones se reconocieron confiados en que el tribunal presidido por él haría justicia.
No hay comentarios:
Publicar un comentario