Hoy se cumplen ocho años del peor atentado terrorista de la historia de España. Se trata de una fecha que ningún español podrá olvidar nunca y en la que el recuerdo de las víctimas tiene que hacerse presente. Ni el tiempo transcurrido, ni la investigación oficial, ni la sentencia han logrado arrojar toda la luz que los ciudadanos exigen en torno a las circunstancias y los autores de la masacre. Los datos de la encuesta que hoy publica EL MUNDO reflejan que la inmensa mayoría de los encuestados se muestra favorable a que los tribunales investiguen tanto la aparición de los restos de los trenes como el falso testimonio de las dos mujeres rumanas que sirvió para condenar a Zougam y si existió manipulación de pruebas por parte de Sánchez Manzano. Una gran mayoría de los encuestados se pronuncia asimismo a favor de que la prensa continúe investigando las dudas que subsisten sobre el 11-M.
La más insidiosa acusación es la que sostiene que ante las investigaciones periodísticas sobre el atentado hacen sufrir a los familiares de los heridos y asesinados. Y ello a pesar de que dos tercios de las víctimas siguen exigiendo justicia en los casos que aún están abiertos en los tribunales. Aquellos que están convencidos de que ya se conoce toda la verdad en torno al 11-M no deben tener miedo a que otros la busquen. Lo realmente incomprensible es privar de respuesta a las víctimas y a muchos otros españoles que aún se siguen haciendo preguntas.
EL MUNDO 3 Editorial
Ocho años después del 11-M (José Manuel Rodríguez Uribes EL PAÍS 18) Las víctimas son nuestra tabla de salvación. Representan lo que nadie les pidió ser: la grandeza del ser humano. Cuidémoslas siempre y tratémoslas con respeto.
domingo, 11 de marzo de 2012
sábado, 3 de marzo de 2012
El Juicio que fue una farsa
A lo largo de los últimos años, los medios de comunicación independientes han ido poniendo sobre la mesa una catarata de evidencias que demuestran que las investigaciones oficiales del 11-M no son otra cosa que una inmensa y grosera manipulación: pruebas destruidas, pruebas falsificadas, pruebas ocultadas, culpables imposibles... No hay aspecto del 11-M al que miremos, que no lleve en su cara el sello de la irregularidad policial o judicial.
Al principio, los defensores de la versión oficial optaron por ridiculizar las investigaciones de los medios independientes. Después, a medida que las evidencias de falsificaciones se acumulaban, pasaron a intentar ningunear a esos medios. Ahora, cuando ya la montaña de irregularidades constatadas es tan grande que no se puede ocultar a la vista, se refugian cada vez más en la cantinela de que el 11-M es cosa juzgada.
Pero una media verdad es la peor de las mentiras posibles.
El 11-M es cosa juzgada, sí, pero la instrucción del sumario y el juicio fueron una auténtica farsa. Mientras duró la instrucción, el juez Del Olmo mantuvo el sumario bajo secreto, impidiendo a las víctimas conocer los detalles de las investigaciones y pedir diligencias de prueba. Ahora entendemos por qué se hizo eso: porque todo el sumario no es más que una inmensa mentira, basada en la destrucción y ocultación de las pruebas reales y su sustitución por otras pruebas demostrablemente falsas.
Pero eso quiere decir que se manipuló a las víctimas de la masacre, que se las impidió ejercer su derecho a participar en las investigaciones, que se precocinó una versión falsa de los hechos sin permitir a las acusaciones cuestionar esa versión y buscar a los verdaderos culpables.
¿Es moralmente lícito hablar de cosa juzgada en esas condiciones?
No hay ni una sola prueba fundamental del caso que no sea fraudulenta, desde la mochila de Vallecas a la furgoneta de Alcalá, pasando por el famoso coche Skoda Fabia o el siniestro episodio de Leganés.
¿Es racionalmente admisible hablar de cosa juzgada en esas condiciones?
Escenarios del crimen que se desguazan con pasmosa rapidez. Presuntos suicidas a los que no se les hace autopsia. Informes de análisis de explosivos que se ocultan. Actas de recogida de muestras que no se adjuntan al sumario.
¿Es argumentalmente defendible hablar de cosa juzgada en esas condiciones?
Explosivos que aparecen sin que los perros policía sean capaces de olerlos. Documentos que se falsifican. Evidencias que surgen de la nada en dependencias policiales. Testigos que reciben cuantiosas sumas de dinero por reconocer a quien antes no reconocían.
¿Es lógicamente sostenible hablar de cosa juzgada en esas condiciones?
Jueces que mienten a las víctimas. Abogados de oficio obligados a leerse 150.000 folios de un sumario en escasos días. Medios de comunicación dispuestos a machacar a la opinión pública con consignas irracionales. Informaciones exculpatorias de los condenados que se hurtan al juez. Confidentes que se prestan a hacer el paripé en la causa. Intoxicaciones a granel para embarullar el sumario.
¿Es democráticamente tolerable hablar de cosa juzgada en esas condiciones?
Lo siento, pero no puede haber cosa juzgada allí donde la Justicia no ha sido más que una burla, una vulgar imitación formal de la Justicia verdadera.
Quien se refugie en la formalidad de la cosa juzgada para negar la Justicia a las víctimas del 11-M, estará cometiendo la misma indignidad que aquellos que mantuvieron cinco años más en la cárcel a Theodore Marcinkiewicz, después del indulto de Joseph Majczek, alegando simplemente que su injusta condena era... una cosa juzgada.
Al principio, los defensores de la versión oficial optaron por ridiculizar las investigaciones de los medios independientes. Después, a medida que las evidencias de falsificaciones se acumulaban, pasaron a intentar ningunear a esos medios. Ahora, cuando ya la montaña de irregularidades constatadas es tan grande que no se puede ocultar a la vista, se refugian cada vez más en la cantinela de que el 11-M es cosa juzgada.
Pero una media verdad es la peor de las mentiras posibles.
El 11-M es cosa juzgada, sí, pero la instrucción del sumario y el juicio fueron una auténtica farsa. Mientras duró la instrucción, el juez Del Olmo mantuvo el sumario bajo secreto, impidiendo a las víctimas conocer los detalles de las investigaciones y pedir diligencias de prueba. Ahora entendemos por qué se hizo eso: porque todo el sumario no es más que una inmensa mentira, basada en la destrucción y ocultación de las pruebas reales y su sustitución por otras pruebas demostrablemente falsas.
Pero eso quiere decir que se manipuló a las víctimas de la masacre, que se las impidió ejercer su derecho a participar en las investigaciones, que se precocinó una versión falsa de los hechos sin permitir a las acusaciones cuestionar esa versión y buscar a los verdaderos culpables.
¿Es moralmente lícito hablar de cosa juzgada en esas condiciones?
No hay ni una sola prueba fundamental del caso que no sea fraudulenta, desde la mochila de Vallecas a la furgoneta de Alcalá, pasando por el famoso coche Skoda Fabia o el siniestro episodio de Leganés.
¿Es racionalmente admisible hablar de cosa juzgada en esas condiciones?
Escenarios del crimen que se desguazan con pasmosa rapidez. Presuntos suicidas a los que no se les hace autopsia. Informes de análisis de explosivos que se ocultan. Actas de recogida de muestras que no se adjuntan al sumario.
¿Es argumentalmente defendible hablar de cosa juzgada en esas condiciones?
Explosivos que aparecen sin que los perros policía sean capaces de olerlos. Documentos que se falsifican. Evidencias que surgen de la nada en dependencias policiales. Testigos que reciben cuantiosas sumas de dinero por reconocer a quien antes no reconocían.
¿Es lógicamente sostenible hablar de cosa juzgada en esas condiciones?
Jueces que mienten a las víctimas. Abogados de oficio obligados a leerse 150.000 folios de un sumario en escasos días. Medios de comunicación dispuestos a machacar a la opinión pública con consignas irracionales. Informaciones exculpatorias de los condenados que se hurtan al juez. Confidentes que se prestan a hacer el paripé en la causa. Intoxicaciones a granel para embarullar el sumario.
¿Es democráticamente tolerable hablar de cosa juzgada en esas condiciones?
Lo siento, pero no puede haber cosa juzgada allí donde la Justicia no ha sido más que una burla, una vulgar imitación formal de la Justicia verdadera.
Quien se refugie en la formalidad de la cosa juzgada para negar la Justicia a las víctimas del 11-M, estará cometiendo la misma indignidad que aquellos que mantuvieron cinco años más en la cárcel a Theodore Marcinkiewicz, después del indulto de Joseph Majczek, alegando simplemente que su injusta condena era... una cosa juzgada.
martes, 28 de febrero de 2012
Antonio Huertas: No interesa resolver el 11-M
"Los políticos no quieren saber lo que realmente pasó el 11-M"
29 FEB 2012 | Santiago Mata
Antonio Huertas, autor de ‘Madrid, trama de un jueves siniestro', reflexiona en su novela sobre los atentados terroristas.
●Hallan restos de uno de los focos de explosión del 11-M
Nacido en Jaén en 1952, Antonio Huertas Abolafia es licenciado en Derecho e inspector de Hacienda. Su primera novela publicada, Madrid, oscura trama de un jueves siniestro (Buenaventura Editorial) parte de los sucesos del 11-M.
-¿Por qué el trasfondo del 11-M?
-Porque me causó una gran impresión. Ese día yo iba en un tren y nos hicieron bajar de él en Pitis, al producirse los atentados. Se me quedó marcado, y pensé que podría haberle pasado a cualquier usuario del tren.
-¿Critica a los políticos de todo signo?
-Sí. Creo que no quieren saber lo que realmente pasó, no ponen los medios.
-Su profesión se refleja en la novela. ¿Hay tanto fraude?
-Sí, mucho.
-¿La sociedad es hipócrita respecto al 11-M?
-Nos olvidamos pronto de las tragedias que no nos afectan directamente.
-¿Con qué le gustaría que se quede el lector?
-Con que siempre hay algo que hacer, que se haga justicia. Que no nos podemos olvidar de la gente que sufre.
-¿Debería continuar el juicio sobre los atentados?
-A todo el mundo le da igual. No paran de salir datos sobre el 11-M y un juicio que parecía que iba a sacar una parte que se había escondido, ha sido archivado.
-¿Hay algún sistema que le parezca más justo?
-El norteamericano, es más objetivo.
-¿En el mundo cultural existe también esa hipocresía en vez de denuncia y decir la verdad?
-Hay demasiado apego al poder. Entre las personas que representan la cultura no hay una crítica social.
-¿La cultura es servil respecto a la política?
-Muy poca gente es capaz de mostrar su disconformidad abiertamente. Está sujeta a las consignas de una ideología.
-Sin embargo, el pueblo parece buscar la verdad.
-Sí, pero la gente tiene poca influencia. Sólo podemos votar cada cuatro años. Ahí se acaba nuestra influencia.
-¿Qué solución ve?
-Soy pesimista, pero siempre queda una llama de esperanza de que haya alguien o algo que nos despierte a todos y que nos empuje a luchar contra la podredumbre.
-El costumbrismo presenta al español como persona que hace trampas. ¿Cómo cambiarlo?
-Hay una mala división de poderes.
-En EE UU los ciudadanos vigilan al Estado, aquí el Estado vigila a la gente, ¿no se siente vigilante por su profesión?
-Desde el punto de vista de los impuestos nos corresponde vigilar que las personas paguen sus impuestos y hay bastante fraude.
-¿Qué proyectos tiene ahora?
-Estoy escribiendo otra historia con los mismos personajes pero no dejo el 11-M, y espero continuar la trama de esta novela, con otras historias que pueden completarla.
-¿El 11-M es un trauma oculto como la Guerra Civil, que queda como no resuelto?
-Creo que todos estamos atentos siempre que surge alguna noticia sobre el 11-M y tenemos la esperanza de que se resuelva.
-¿El olvido no es consecuencia de una mentalidad según la cual cada uno es culpable de su mala suerte?
-Hubo intención de hacer daño. La mala suerte le tocó a las personas que tomaron aquellos trenes, pero cualquiera podía haber sido víctima. Fue como un shock para toda la sociedad, pero es cierto que se ha olvidado.
-¿Existen instituciones que se salven de esa apatía general que parece afectarnos a todos?
-No, el tiempo hace que nos volvamos apáticos todos, el 11-M queda ya muy lejos y el tema se va olvidando.
-En su novela se muestra también contrario al aborto. ¿Es también consecuencia de la apatía y la hipocresía?
-Estoy en contra del aborto porque me parece tremendo matar bebés. Me quedé muy impresionado después de ver un reportaje de televisión en el que mostraban cómo se llevaba a cabo.
29 FEB 2012 | Santiago Mata
Antonio Huertas, autor de ‘Madrid, trama de un jueves siniestro', reflexiona en su novela sobre los atentados terroristas.
●Hallan restos de uno de los focos de explosión del 11-M
Nacido en Jaén en 1952, Antonio Huertas Abolafia es licenciado en Derecho e inspector de Hacienda. Su primera novela publicada, Madrid, oscura trama de un jueves siniestro (Buenaventura Editorial) parte de los sucesos del 11-M.
-¿Por qué el trasfondo del 11-M?
-Porque me causó una gran impresión. Ese día yo iba en un tren y nos hicieron bajar de él en Pitis, al producirse los atentados. Se me quedó marcado, y pensé que podría haberle pasado a cualquier usuario del tren.
-¿Critica a los políticos de todo signo?
-Sí. Creo que no quieren saber lo que realmente pasó, no ponen los medios.
-Su profesión se refleja en la novela. ¿Hay tanto fraude?
-Sí, mucho.
-¿La sociedad es hipócrita respecto al 11-M?
-Nos olvidamos pronto de las tragedias que no nos afectan directamente.
-¿Con qué le gustaría que se quede el lector?
-Con que siempre hay algo que hacer, que se haga justicia. Que no nos podemos olvidar de la gente que sufre.
-¿Debería continuar el juicio sobre los atentados?
-A todo el mundo le da igual. No paran de salir datos sobre el 11-M y un juicio que parecía que iba a sacar una parte que se había escondido, ha sido archivado.
-¿Hay algún sistema que le parezca más justo?
-El norteamericano, es más objetivo.
-¿En el mundo cultural existe también esa hipocresía en vez de denuncia y decir la verdad?
-Hay demasiado apego al poder. Entre las personas que representan la cultura no hay una crítica social.
-¿La cultura es servil respecto a la política?
-Muy poca gente es capaz de mostrar su disconformidad abiertamente. Está sujeta a las consignas de una ideología.
-Sin embargo, el pueblo parece buscar la verdad.
-Sí, pero la gente tiene poca influencia. Sólo podemos votar cada cuatro años. Ahí se acaba nuestra influencia.
-¿Qué solución ve?
-Soy pesimista, pero siempre queda una llama de esperanza de que haya alguien o algo que nos despierte a todos y que nos empuje a luchar contra la podredumbre.
-El costumbrismo presenta al español como persona que hace trampas. ¿Cómo cambiarlo?
-Hay una mala división de poderes.
-En EE UU los ciudadanos vigilan al Estado, aquí el Estado vigila a la gente, ¿no se siente vigilante por su profesión?
-Desde el punto de vista de los impuestos nos corresponde vigilar que las personas paguen sus impuestos y hay bastante fraude.
-¿Qué proyectos tiene ahora?
-Estoy escribiendo otra historia con los mismos personajes pero no dejo el 11-M, y espero continuar la trama de esta novela, con otras historias que pueden completarla.
-¿El 11-M es un trauma oculto como la Guerra Civil, que queda como no resuelto?
-Creo que todos estamos atentos siempre que surge alguna noticia sobre el 11-M y tenemos la esperanza de que se resuelva.
-¿El olvido no es consecuencia de una mentalidad según la cual cada uno es culpable de su mala suerte?
-Hubo intención de hacer daño. La mala suerte le tocó a las personas que tomaron aquellos trenes, pero cualquiera podía haber sido víctima. Fue como un shock para toda la sociedad, pero es cierto que se ha olvidado.
-¿Existen instituciones que se salven de esa apatía general que parece afectarnos a todos?
-No, el tiempo hace que nos volvamos apáticos todos, el 11-M queda ya muy lejos y el tema se va olvidando.
-En su novela se muestra también contrario al aborto. ¿Es también consecuencia de la apatía y la hipocresía?
-Estoy en contra del aborto porque me parece tremendo matar bebés. Me quedé muy impresionado después de ver un reportaje de televisión en el que mostraban cómo se llevaba a cabo.
Adolfo Irago: El confidente del 11-M
Y es que Irago fue hasta solo cinco meses Director de Informativos de la cadena de radio del grupo Prisa, responsable directo de aplicar la linea ideológica de la emisora lo que le convirtió en una suerte de azote del Partido Popular y comisario político del PSOE. Y es que paradójicamente los caminos de Irago y Rubalcaba se han cruzado en más de alguna oportunidad.
En la memoria de la caverna mediática todavía queda la cobertura de la Cadena Ser en el 11-M de 2004, una fecha en la que Rubalcaba también tuvo un destacado papel como portavoz del PSOE con línea directa con los que manejaban la información en la emisora por esos momentos. Un equipo en el que Irago era actor principal a las órdenes de Antonio Garcia Ferreras, hoy en laSexta.
Ahora, Rubalcaba 'rescata' a Irago de su purga en la Cadena Ser, relevado de sus funciones en febrero de este año, solo cuatro días después de que se despidiera a Daniel Anido, director de la emisora y su valedor en la cadena. Fue sustituido por Antonio Fernandez Rodicio nombrado por Alejandro Nieto, el nuevo número uno de la emisora. Un nuevo equipo que asumió con la tarea de detener la sangría de oyentes de la cadena en los últimos EGM.
Irago estará a las órdenes de la directora de campaña, Elena Valenciano, y trabajará con la Dirección de Comunicación del partido, coordinada por Carlos Hernández. Nació en Vigo, tiene 45 años, estudió Periodismo en la Facultad de Ciencias de la Información de la Universidad Complutense, y desde 1987 ha desarrollado su carrera profesional en la Cadena Ser hasta febrero de este año, cuando dejó de ser director de los Servicios Informativos.
Las informaciones llegadas hasta prnoticias indican que Irago no será el único periodista de la Ser ni de Prisa en fichar por el equipo de Rubalcaba. Hemos sabido que en el Ser y el El País algún redactor jefe y subdirector ha llamado al candidato socialista para ofrecer sus servicios. Rubalcaba analiza candidaturas y prepara nuevos fichajes, solo con una certeza: sus periodistas deben venir del Grupo Prisa y en lo posible ser fieles a la corriente Felipista.
En la memoria de la caverna mediática todavía queda la cobertura de la Cadena Ser en el 11-M de 2004, una fecha en la que Rubalcaba también tuvo un destacado papel como portavoz del PSOE con línea directa con los que manejaban la información en la emisora por esos momentos. Un equipo en el que Irago era actor principal a las órdenes de Antonio Garcia Ferreras, hoy en laSexta.
Ahora, Rubalcaba 'rescata' a Irago de su purga en la Cadena Ser, relevado de sus funciones en febrero de este año, solo cuatro días después de que se despidiera a Daniel Anido, director de la emisora y su valedor en la cadena. Fue sustituido por Antonio Fernandez Rodicio nombrado por Alejandro Nieto, el nuevo número uno de la emisora. Un nuevo equipo que asumió con la tarea de detener la sangría de oyentes de la cadena en los últimos EGM.
Irago estará a las órdenes de la directora de campaña, Elena Valenciano, y trabajará con la Dirección de Comunicación del partido, coordinada por Carlos Hernández. Nació en Vigo, tiene 45 años, estudió Periodismo en la Facultad de Ciencias de la Información de la Universidad Complutense, y desde 1987 ha desarrollado su carrera profesional en la Cadena Ser hasta febrero de este año, cuando dejó de ser director de los Servicios Informativos.
Las informaciones llegadas hasta prnoticias indican que Irago no será el único periodista de la Ser ni de Prisa en fichar por el equipo de Rubalcaba. Hemos sabido que en el Ser y el El País algún redactor jefe y subdirector ha llamado al candidato socialista para ofrecer sus servicios. Rubalcaba analiza candidaturas y prepara nuevos fichajes, solo con una certeza: sus periodistas deben venir del Grupo Prisa y en lo posible ser fieles a la corriente Felipista.
Irago el Amigo de Rubalcaba
Rubalcaba ficha a Irago, su hombre clave en la SER del 11 al 14-M
29 FEB 2012 | L. A.
El periodista es el nuevo director de Comunicación del PSOE. El partido le contrató en julio de 2011.
“El Gobierno de José María Aznar ha utilizado todos los medios de comunicación públicos y todos los medios de comunicación privados cercanos ideológicamente para tratar de mantener durante tres días como única tesis la autoría de ETA en los brutales atentados del jueves en Madrid”. Así comenzó Rodolfo Irago el célebre editorial que la Cadena SER emitió el 14 de marzo de 2004, tres días después de los atentados del 11-M y en plena jornada electoral.
La alocución de Irago, por aquel entonces pieza importantísima de la emisora de Prisa, fue el broche final que la SER puso a tres días de servilismo a los intereses del PSOE y de quien fue su principal vocero a la hora de rentabilizar políticamente la matanza de Madrid, el responsable de estrategia electoral del partido, Alfredo Pérez Rubalcaba. Junto con el director de Informativos de la SER, Daniel Anido, Irago formó parte del tándem encargado de propagar a través de las ondas la versión interesada que la izquierda construyó sobre lo ocurrido. En el libro Los mil secretos de Rubalcaba se asegura incluso que hay quien cree que fue el ahora líder del PSOE quien filtró a la SER informaciones como la de que había suicidas en los atentados, que luego resultó ser falsa. Ocho años después de aquello y tras hacerse con la Secretaría General del partido, Rubalcaba premia al periodista con un cargo clave en el organigrama de Ferraz.
Rodolfo Irago fue nombrado este lunes nuevo Director de Comunicación socialista, en detrimento de Carlos Hernández, quien venía desempeñando esta función desde hace casi un año. La designación constituye un paso más de la absoluta renovación que el nuevo líder del PSOE está emprendiendo en el partido desde que llegó. Tras diseñar una Ejecutiva Federal y una dirección del Grupo Parlamentario a su medida, Rubalcaba ha pasado ahora a revisar los cargos de Ferraz, apostando siempre por personas de su confianza más absoluta, como es el caso de Irago.
Premiado
Por su mencionada labor en la SER del 11 al 14 de marzo, el nuevo director de Comunicación del PSOE recibió, como todo el equipo, el Premio Ondas que Prisa concedió a la cobertura informativa de la emisora durante esos días. En octubre de 2004, Irago fue ascendido a director de informativos, en sustitución de Daniel Anido, que a su vez relevó a Antonio García Ferreras en la dirección de la cadena tras la marcha de este al Real Madrid.
Durante el desempeño de ese cargo, el periodista vivió el que a buen seguro fue el episodio más amargo de su carrera. En diciembre de 2009, Irago y Anido fueron condenados por el Juzgado de lo Penal número 16 de Madrid a un año y nueve meses de prisión, y a “inhabilitación especial para la dirección de medios de comunicación y el ejercicio de la actividad de periodistas” durante el tiempo que durase la pena privativa de libertad.
La sentencia fallaba así de manera favorable a la demanda presentada por el Partido Popular tras la publicación en la página web de la Cadena SER de un listado de afiliados del partido en Madrid. Anido e Irago trataban de demostrar así presuntas irregularidades en la afiliación de varias personas y el juez observó en ese comportamiento la comisión de un delito de revelación de secretos. Posteriormente, en junio de 2010, la Audiencia Provincial de Madrid revocó en su totalidad esa sentencia al entender que la información facilitada por los periodistas no podía considerarse parte de ningún archivo.
En febrero de 2011, Irago fue relevado de la dirección de los Servicios Informativos de la SER. En julio de ese año, Rubalcaba –proclamado candidato del PSOE a las elecciones generales– le fichó para su equipo. Tras anunciar su marcha de la emisora de Prisa, el periodista se mostró encantado con su nueva ocupación. “Creo que en España sigue habiendo una mayoría progresista que está deseando reencontrarse con el PSOE. Rubalcaba puede conseguirlo”, aseguró en su cuenta personal de Twitter.
29 FEB 2012 | L. A.
El periodista es el nuevo director de Comunicación del PSOE. El partido le contrató en julio de 2011.
“El Gobierno de José María Aznar ha utilizado todos los medios de comunicación públicos y todos los medios de comunicación privados cercanos ideológicamente para tratar de mantener durante tres días como única tesis la autoría de ETA en los brutales atentados del jueves en Madrid”. Así comenzó Rodolfo Irago el célebre editorial que la Cadena SER emitió el 14 de marzo de 2004, tres días después de los atentados del 11-M y en plena jornada electoral.
La alocución de Irago, por aquel entonces pieza importantísima de la emisora de Prisa, fue el broche final que la SER puso a tres días de servilismo a los intereses del PSOE y de quien fue su principal vocero a la hora de rentabilizar políticamente la matanza de Madrid, el responsable de estrategia electoral del partido, Alfredo Pérez Rubalcaba. Junto con el director de Informativos de la SER, Daniel Anido, Irago formó parte del tándem encargado de propagar a través de las ondas la versión interesada que la izquierda construyó sobre lo ocurrido. En el libro Los mil secretos de Rubalcaba se asegura incluso que hay quien cree que fue el ahora líder del PSOE quien filtró a la SER informaciones como la de que había suicidas en los atentados, que luego resultó ser falsa. Ocho años después de aquello y tras hacerse con la Secretaría General del partido, Rubalcaba premia al periodista con un cargo clave en el organigrama de Ferraz.
Rodolfo Irago fue nombrado este lunes nuevo Director de Comunicación socialista, en detrimento de Carlos Hernández, quien venía desempeñando esta función desde hace casi un año. La designación constituye un paso más de la absoluta renovación que el nuevo líder del PSOE está emprendiendo en el partido desde que llegó. Tras diseñar una Ejecutiva Federal y una dirección del Grupo Parlamentario a su medida, Rubalcaba ha pasado ahora a revisar los cargos de Ferraz, apostando siempre por personas de su confianza más absoluta, como es el caso de Irago.
Premiado
Por su mencionada labor en la SER del 11 al 14 de marzo, el nuevo director de Comunicación del PSOE recibió, como todo el equipo, el Premio Ondas que Prisa concedió a la cobertura informativa de la emisora durante esos días. En octubre de 2004, Irago fue ascendido a director de informativos, en sustitución de Daniel Anido, que a su vez relevó a Antonio García Ferreras en la dirección de la cadena tras la marcha de este al Real Madrid.
Durante el desempeño de ese cargo, el periodista vivió el que a buen seguro fue el episodio más amargo de su carrera. En diciembre de 2009, Irago y Anido fueron condenados por el Juzgado de lo Penal número 16 de Madrid a un año y nueve meses de prisión, y a “inhabilitación especial para la dirección de medios de comunicación y el ejercicio de la actividad de periodistas” durante el tiempo que durase la pena privativa de libertad.
La sentencia fallaba así de manera favorable a la demanda presentada por el Partido Popular tras la publicación en la página web de la Cadena SER de un listado de afiliados del partido en Madrid. Anido e Irago trataban de demostrar así presuntas irregularidades en la afiliación de varias personas y el juez observó en ese comportamiento la comisión de un delito de revelación de secretos. Posteriormente, en junio de 2010, la Audiencia Provincial de Madrid revocó en su totalidad esa sentencia al entender que la información facilitada por los periodistas no podía considerarse parte de ningún archivo.
En febrero de 2011, Irago fue relevado de la dirección de los Servicios Informativos de la SER. En julio de ese año, Rubalcaba –proclamado candidato del PSOE a las elecciones generales– le fichó para su equipo. Tras anunciar su marcha de la emisora de Prisa, el periodista se mostró encantado con su nueva ocupación. “Creo que en España sigue habiendo una mayoría progresista que está deseando reencontrarse con el PSOE. Rubalcaba puede conseguirlo”, aseguró en su cuenta personal de Twitter.
domingo, 26 de febrero de 2012
Los porteros de la ley, de Pedro J. Ramírez en El Mundo CARTA DEL DIRECTOR: PEDRO J. RAMÍREZ
Reggio’s
Periodismo de opinión en Reggio’s
Los porteros de la ley, de Pedro J. Ramírez en El Mundo
CARTA DEL DIRECTOR: PEDRO J. RAMÍREZ
No hay nada tan kafkiano en El proceso de Kafka como la historia que le cuenta a Josef K. un sacerdote que se presenta como «capellán de la prisión» en la oscuridad de la catedral vacía. No en vano Orson Welles extrajo ese «relato dentro del relato» del final del libro y lo convirtió en una especie de preámbulo onírico a su película. Las palabras del narrador aún resuenan en mis oídos como trasfondo de una solemne puerta abierta hacia la luz:
«Ante la ley hay un portero. A este portero se le acerca un hombre del campo y le pide que le deje entrar en la ley. Pero el portero le dice que en ese momento no puede permitirle la entrada. El hombre reflexiona y pregunta entonces si podrá entrar más tarde. ‘Es posible’, dice el portero, ‘pero ahora no’. Como la puerta de la ley está abierta igual que siempre y el portero se echa a un lado, el hombre se asoma para ver en su interior».
Es sólo el comienzo. El peticionario cree que la suya es una causa justa y que «la ley debe ser accesible siempre y a cualquiera». Pero como el portero con «su gran abrigo de piel, su gran nariz puntiaguda y su barba de tártaro larga, rala y negra» le impone mucho, decide sentarse en un taburete junto a la puerta de la ley a esperar que cambie el viento. Todo es en vano. «Allí permanece sentado días y años». Lo intenta por todas las vías, incluso entregando cosas, tal vez dinero, al portero que recibe sus ofrendas de forma displicente: «Sólo lo acepto para que no te creas que te has dejado pasar algo por alto». Pero la entrada continúa infranqueable.
Aporto estos antecedentes literarios para que los amigos y familiares de la juez Belén Sánchez Hernández, titular del Juzgado de Instrucción número 39 de Madrid, que acaba de rechazar la admisión a trámite de la querella por falso testimonio de Jamal Zougam contra las dos rumanas que declararon haberle visto en uno de los trenes del 11-M, entiendan por qué a Su Señoría está creciéndole el apéndice nasal y en sus mejillas empieza a aparecer mucho más que pelusilla.
En auto de 19 de enero, la juez Sánchez Hernández contestó a la demanda del condenado a 42.917 años de prisión con ese primer «es posible» del portero de la ley o más concretamente con la apreciación de que los hechos denunciados «presentan características que hacen presumir la posible existencia de delitos». Sin embargo, un mes después le ha dado con las puertas del «pero ahora no» en las narices.
¿Con qué argumentos? Con dos que producen vergüenza ajena a cualquier ciudadano con un sentido elemental de la lógica. Por un lado, el de que la descripción de los hechos no incorpora el elemento subjetivo del «dolo» -o sea la voluntad de mentir por uno u otro motivo- que requiere el tipo penal del falso testimonio.
Esto es directamente falaz, pues la querella, basada en las revelaciones de EL MUNDO, detalla cómo la testigo protegida J-70 fue rechazada como falsa víctima por el tribunal de evaluación del Ministerio de Interior 15 días antes de que se le iluminara la memoria y recordara -al cabo de un año del atentado- haber visto a Zougam en un vagón; y cómo tanto ella como la camaleónica C-65 -que tanto iba con una amiga como con otra en aquel tren- obtuvieron papeles, dinero y trabajo como consecuencia de su crucial apoyo a la decisión policial de endosarle los 191 asesinatos al único detenido al que podían relacionar con lo ocurrido, vía mochila de Vallecas. Si esto no es una base para abrir un procedimiento, iniciar una investigación y tomar declaración a las dos rumanas para someterlas por primera vez con conocimiento de causa al principio de contradicción, que venga Dios y lo vea.
El segundo argumento de la juez aún es más patético pues alega que no le corresponde a un juzgado de instrucción «contradecir o impugnar la valoración efectuada por el tribunal -del 11-M- de las declaraciones prestadas por los testigos protegidos en la causa». Si fuera así no existiría el artículo 458 del Código Penal que tipifica el falso testimonio y habría por lo tanto un motivo menos para pagarle a ella el sueldo como funcionaria.
Tamaña estolidez resulta en este caso doblemente hiriente a la inteligencia y a la moralidad en la medida en que, tal y como apunta el susodicho 458, la demostración del perjurio es la única vía que podría llevar a un juicio de revisión de la condena de Zougam; y en la medida en que su defensa desconocía en el momento del juicio oral todas estas circunstancias sobre las testigos protegidas que EL MUNDO ha podido averiguar al cabo de años de laboriosa investigación. ¿Alguien duda de que al menos la credibilidad de J-70 se habría desmoronado con estrépito si un letrado hubiera exhibido un expediente en el que las propias autoridades acababan de darla por falsaria?
Son tan ridículos e inanes los dos motivos de inadmisión que parece lógico que la decisión sea revocada a nada que el recurso recaiga sobre una sala normal de la Audiencia Provincial. Pero, claro, la instrucción volvería entonces a la juez Sánchez y, vista su disposición, muy poco podría esperarse de ella. Sobre todo por un detalle que sugiere una especial malevolencia, un cierto sadismo hacia la familia del querellante. Me refiero a su insólito requerimiento de fianza -nada menos que 3.000 euros- incluido en aquel auto de 19 de enero en el que abrió diligencias previas.
La madre de Zougam, cofirmante de la querella, tuvo que pedir un crédito al banco; pero al propio reo, sometido desde hace ocho años a un implacable régimen de confinamiento solitario, se le saltaron las lágrimas cuando interpretó, como nosotros mismos también lo hicimos, que aquella inusual demanda económica sólo podía anticipar la admisión de la querella. Nadie estaba en condiciones de imaginar que, visto lo visto, la juez sólo la pidió «para que no creas que te has dejado pasar algo por alto».
Sí, ya sé, la Justicia no es una ciencia exacta; unas veces se gana y otras se pierde; los jueces o los jurados, como los árbitros, aciertan y se equivocan. Me he hecho tantas veces esas reflexiones, analizando condenas que como la de Garzón caían por su propio peso pero había que ver para creer, absoluciones tan estupefacientes como la de Camps o comparecencias tan cargadas de futuro como la de Blanco o la de ayer de Urdangarin, que tengo por norma no dar nada por zanjado mientras los dados rueden. Por eso lo único intolerable es que te impidan jugar el partido. Cuando lo que se relata en una querella tiene apariencia de delito, como reconoció la propia juez Sánchez, su inadmisión vulnera el derecho a una tutela judicial efectiva que la Constitución otorga hasta al más miserable de los seres. No digamos nada si de ese tenue hilo pende la reclusión de por vida de alguien a quien cada vez más personas informadas consideramos inocente.
En el relato del «capellán de la prisión» el «hombre del campo» va extinguiéndose lentamente en su solitario taburete. Al borde de la muerte expresa su última perplejidad: «¿Cómo es posible que en todos estos años nadie excepto yo haya pedido que le dejen entrar?». El portero desvela entonces su cruel secreto: «Nadie más podía tener acceso por aquí, pues esta entrada estaba destinada sólo para ti. Ahora me voy y la cierro».
Jamal Zougam no es, sin embargo, el único que se encuentra hoy ante las puertas de la ley. Desde hace unos días, cual si de un macabro sarcasmo se tratara, dos de las tres asociaciones de víctimas del 11-M han sido expulsadas del recinto en el que a duras penas habían logrado penetrar y se han visto obligadas a amontonarse en un duro banco al otro lado del quicio de la entrada. Han descubierto amargamente que, incluso después de dos años de fructífera instrucción en los que la juez Cillán había acumulado elementos más que suficientes para llevar a juicio al comisario Manzano, podía ocurrirles que un segundo portero hiciera tabla rasa de todo ello y, como en el juego de la oca, les mandara otra vez a la casilla de salida.
El surrealista motivo esgrimido para abortar su querella es en el fondo el mismo que indolentemente ha deslizado Belén Sánchez en su paupérrimo auto: la «cosa juzgada». Si hay una figura jurídica más detestable que la prescripción cuando los delitos son flagrantes, es la «cosa juzgada». Con el agravio adicional de que en este caso la sección 17 de la Audiencia Provincial no se refiere a la vista oral del 11-M sino a la inadmisión de otra querella mucho más genérica en la que ya estaba incluido Manzano.
Aquella fue una decisión correcta porque un grupo de ultraderecha se limitó a presentar un ejemplar del libro Titadyne, disparando a bulto contra todos los funcionarios que pasaban por allí. Pero aplicar el principio del non bis in idem a la mucho más concreta y acotada acción legal de la Asociación de Víctimas del 11-M, a la que se adhirió la AVT, cuando gracias a ella ya habíamos comprobado que el jefe de los Tedax manipuló unas pruebas y ocultó otras, o cuando estábamos a punto de averiguar de qué covachuela policial partió la consigna de que Renfe destruyera los vagones, es una infamia jurisdiccional pues ni el objeto ni el sujeto del pleito eran el mismo.
Como bien ha argumentado el abogado de los querellantes José María de Pablo, esto supondría que la mejor forma que tendría cualquier delincuente para garantizarse la impunidad sería presentar una denuncia chapucera y mal fundamentada contra un amplio colectivo que le incluyera y escudarse a partir de ahí en su seguro archivo. ¿Cómo han podido actuar así estos tres magistrados? Yo sólo puedo aportar el dato elocuente de que el presidente de esa sección, José Luis Sánchez Trujillano, fue el mismo juez que consideró que cuando Rodríguez Menéndez publicó una y otra vez que yo «sodomizaba a niños de 12 años» no se trataba de un delito de calumnia porque no concretaba a qué niño se refería.
Espero que la fulminante revocación de aquella sentencia por la instancia superior que procedió a la condena solicitada sea un perenne baldón que impida a Trujillano progresar en su carrera de igual modo que la trayectoria de Bermúdez acaba de ser determinante para su no renovación en el cargo. El problema es que el recurso de este aberrante sobreseimiento que de momento cercena las esperanzas de esclarecer aspectos clave del 11-M, si bien está claro respecto a la cuestión de fondo, puede verse obstaculizado por graves escollos técnicos pues, por añadir más surrealismo al surrealismo, hay juristas que sostienen que tal decisión no es recurrible.
Por segunda semana consecutiva me esmero, pues, en estimular la imaginación cinéfila del nuevo fiscal del Estado. Ante esas enormes puertas de la ley que filmó Welles tiene ahora mismo sentados en un lado al único condenado como autor material de la masacre de Madrid clamando, con indicios insoslayables, que ha sido víctima de la mayor injusticia judicial de la Historia; y en el otro a los representantes de dos tercios de las víctimas que ya han podido demostrar en un juzgado que la policía manipuló pruebas decisivas de la investigación y exigen que eso no quede amortizado a beneficio de inventario. Una fina inteligencia como la suya no puede ignorar que lo que se aporta desde esas dos perspectivas antagónicas es en realidad coincidente.
Como siempre que se trata de la Justicia, el «relato dentro del relato» de Kafka tiene dos finales. Exasperado por la estulticia del portero, Josef K. llega a un diagnóstico sin esperanza: «La mentira se convierte así en el orden universal». Pero el sacerdote hace una salvedad a la que es posible agarrarse como a un último matorral sobre el abismo: «Al principio se dice que la puerta de la ley permanece abierta, como siempre, pero si siempre permanece abierta, siempre, es decir independientemente de la duración de la vida del hombre para el que está destinada, entonces el portero tampoco podrá cerrarla».
Eso es lo que está hoy en juego en España: si prevalecerá la puerta o lo harán algunos de sus más torpes, fanáticos e indolentes porteros. De momento van ganando los porteros.
pedroj.ramirez@elmundo.es
Periodismo de opinión en Reggio’s
Los porteros de la ley, de Pedro J. Ramírez en El Mundo
CARTA DEL DIRECTOR: PEDRO J. RAMÍREZ
No hay nada tan kafkiano en El proceso de Kafka como la historia que le cuenta a Josef K. un sacerdote que se presenta como «capellán de la prisión» en la oscuridad de la catedral vacía. No en vano Orson Welles extrajo ese «relato dentro del relato» del final del libro y lo convirtió en una especie de preámbulo onírico a su película. Las palabras del narrador aún resuenan en mis oídos como trasfondo de una solemne puerta abierta hacia la luz:
«Ante la ley hay un portero. A este portero se le acerca un hombre del campo y le pide que le deje entrar en la ley. Pero el portero le dice que en ese momento no puede permitirle la entrada. El hombre reflexiona y pregunta entonces si podrá entrar más tarde. ‘Es posible’, dice el portero, ‘pero ahora no’. Como la puerta de la ley está abierta igual que siempre y el portero se echa a un lado, el hombre se asoma para ver en su interior».
Es sólo el comienzo. El peticionario cree que la suya es una causa justa y que «la ley debe ser accesible siempre y a cualquiera». Pero como el portero con «su gran abrigo de piel, su gran nariz puntiaguda y su barba de tártaro larga, rala y negra» le impone mucho, decide sentarse en un taburete junto a la puerta de la ley a esperar que cambie el viento. Todo es en vano. «Allí permanece sentado días y años». Lo intenta por todas las vías, incluso entregando cosas, tal vez dinero, al portero que recibe sus ofrendas de forma displicente: «Sólo lo acepto para que no te creas que te has dejado pasar algo por alto». Pero la entrada continúa infranqueable.
Aporto estos antecedentes literarios para que los amigos y familiares de la juez Belén Sánchez Hernández, titular del Juzgado de Instrucción número 39 de Madrid, que acaba de rechazar la admisión a trámite de la querella por falso testimonio de Jamal Zougam contra las dos rumanas que declararon haberle visto en uno de los trenes del 11-M, entiendan por qué a Su Señoría está creciéndole el apéndice nasal y en sus mejillas empieza a aparecer mucho más que pelusilla.
En auto de 19 de enero, la juez Sánchez Hernández contestó a la demanda del condenado a 42.917 años de prisión con ese primer «es posible» del portero de la ley o más concretamente con la apreciación de que los hechos denunciados «presentan características que hacen presumir la posible existencia de delitos». Sin embargo, un mes después le ha dado con las puertas del «pero ahora no» en las narices.
¿Con qué argumentos? Con dos que producen vergüenza ajena a cualquier ciudadano con un sentido elemental de la lógica. Por un lado, el de que la descripción de los hechos no incorpora el elemento subjetivo del «dolo» -o sea la voluntad de mentir por uno u otro motivo- que requiere el tipo penal del falso testimonio.
Esto es directamente falaz, pues la querella, basada en las revelaciones de EL MUNDO, detalla cómo la testigo protegida J-70 fue rechazada como falsa víctima por el tribunal de evaluación del Ministerio de Interior 15 días antes de que se le iluminara la memoria y recordara -al cabo de un año del atentado- haber visto a Zougam en un vagón; y cómo tanto ella como la camaleónica C-65 -que tanto iba con una amiga como con otra en aquel tren- obtuvieron papeles, dinero y trabajo como consecuencia de su crucial apoyo a la decisión policial de endosarle los 191 asesinatos al único detenido al que podían relacionar con lo ocurrido, vía mochila de Vallecas. Si esto no es una base para abrir un procedimiento, iniciar una investigación y tomar declaración a las dos rumanas para someterlas por primera vez con conocimiento de causa al principio de contradicción, que venga Dios y lo vea.
El segundo argumento de la juez aún es más patético pues alega que no le corresponde a un juzgado de instrucción «contradecir o impugnar la valoración efectuada por el tribunal -del 11-M- de las declaraciones prestadas por los testigos protegidos en la causa». Si fuera así no existiría el artículo 458 del Código Penal que tipifica el falso testimonio y habría por lo tanto un motivo menos para pagarle a ella el sueldo como funcionaria.
Tamaña estolidez resulta en este caso doblemente hiriente a la inteligencia y a la moralidad en la medida en que, tal y como apunta el susodicho 458, la demostración del perjurio es la única vía que podría llevar a un juicio de revisión de la condena de Zougam; y en la medida en que su defensa desconocía en el momento del juicio oral todas estas circunstancias sobre las testigos protegidas que EL MUNDO ha podido averiguar al cabo de años de laboriosa investigación. ¿Alguien duda de que al menos la credibilidad de J-70 se habría desmoronado con estrépito si un letrado hubiera exhibido un expediente en el que las propias autoridades acababan de darla por falsaria?
Son tan ridículos e inanes los dos motivos de inadmisión que parece lógico que la decisión sea revocada a nada que el recurso recaiga sobre una sala normal de la Audiencia Provincial. Pero, claro, la instrucción volvería entonces a la juez Sánchez y, vista su disposición, muy poco podría esperarse de ella. Sobre todo por un detalle que sugiere una especial malevolencia, un cierto sadismo hacia la familia del querellante. Me refiero a su insólito requerimiento de fianza -nada menos que 3.000 euros- incluido en aquel auto de 19 de enero en el que abrió diligencias previas.
La madre de Zougam, cofirmante de la querella, tuvo que pedir un crédito al banco; pero al propio reo, sometido desde hace ocho años a un implacable régimen de confinamiento solitario, se le saltaron las lágrimas cuando interpretó, como nosotros mismos también lo hicimos, que aquella inusual demanda económica sólo podía anticipar la admisión de la querella. Nadie estaba en condiciones de imaginar que, visto lo visto, la juez sólo la pidió «para que no creas que te has dejado pasar algo por alto».
Sí, ya sé, la Justicia no es una ciencia exacta; unas veces se gana y otras se pierde; los jueces o los jurados, como los árbitros, aciertan y se equivocan. Me he hecho tantas veces esas reflexiones, analizando condenas que como la de Garzón caían por su propio peso pero había que ver para creer, absoluciones tan estupefacientes como la de Camps o comparecencias tan cargadas de futuro como la de Blanco o la de ayer de Urdangarin, que tengo por norma no dar nada por zanjado mientras los dados rueden. Por eso lo único intolerable es que te impidan jugar el partido. Cuando lo que se relata en una querella tiene apariencia de delito, como reconoció la propia juez Sánchez, su inadmisión vulnera el derecho a una tutela judicial efectiva que la Constitución otorga hasta al más miserable de los seres. No digamos nada si de ese tenue hilo pende la reclusión de por vida de alguien a quien cada vez más personas informadas consideramos inocente.
En el relato del «capellán de la prisión» el «hombre del campo» va extinguiéndose lentamente en su solitario taburete. Al borde de la muerte expresa su última perplejidad: «¿Cómo es posible que en todos estos años nadie excepto yo haya pedido que le dejen entrar?». El portero desvela entonces su cruel secreto: «Nadie más podía tener acceso por aquí, pues esta entrada estaba destinada sólo para ti. Ahora me voy y la cierro».
Jamal Zougam no es, sin embargo, el único que se encuentra hoy ante las puertas de la ley. Desde hace unos días, cual si de un macabro sarcasmo se tratara, dos de las tres asociaciones de víctimas del 11-M han sido expulsadas del recinto en el que a duras penas habían logrado penetrar y se han visto obligadas a amontonarse en un duro banco al otro lado del quicio de la entrada. Han descubierto amargamente que, incluso después de dos años de fructífera instrucción en los que la juez Cillán había acumulado elementos más que suficientes para llevar a juicio al comisario Manzano, podía ocurrirles que un segundo portero hiciera tabla rasa de todo ello y, como en el juego de la oca, les mandara otra vez a la casilla de salida.
El surrealista motivo esgrimido para abortar su querella es en el fondo el mismo que indolentemente ha deslizado Belén Sánchez en su paupérrimo auto: la «cosa juzgada». Si hay una figura jurídica más detestable que la prescripción cuando los delitos son flagrantes, es la «cosa juzgada». Con el agravio adicional de que en este caso la sección 17 de la Audiencia Provincial no se refiere a la vista oral del 11-M sino a la inadmisión de otra querella mucho más genérica en la que ya estaba incluido Manzano.
Aquella fue una decisión correcta porque un grupo de ultraderecha se limitó a presentar un ejemplar del libro Titadyne, disparando a bulto contra todos los funcionarios que pasaban por allí. Pero aplicar el principio del non bis in idem a la mucho más concreta y acotada acción legal de la Asociación de Víctimas del 11-M, a la que se adhirió la AVT, cuando gracias a ella ya habíamos comprobado que el jefe de los Tedax manipuló unas pruebas y ocultó otras, o cuando estábamos a punto de averiguar de qué covachuela policial partió la consigna de que Renfe destruyera los vagones, es una infamia jurisdiccional pues ni el objeto ni el sujeto del pleito eran el mismo.
Como bien ha argumentado el abogado de los querellantes José María de Pablo, esto supondría que la mejor forma que tendría cualquier delincuente para garantizarse la impunidad sería presentar una denuncia chapucera y mal fundamentada contra un amplio colectivo que le incluyera y escudarse a partir de ahí en su seguro archivo. ¿Cómo han podido actuar así estos tres magistrados? Yo sólo puedo aportar el dato elocuente de que el presidente de esa sección, José Luis Sánchez Trujillano, fue el mismo juez que consideró que cuando Rodríguez Menéndez publicó una y otra vez que yo «sodomizaba a niños de 12 años» no se trataba de un delito de calumnia porque no concretaba a qué niño se refería.
Espero que la fulminante revocación de aquella sentencia por la instancia superior que procedió a la condena solicitada sea un perenne baldón que impida a Trujillano progresar en su carrera de igual modo que la trayectoria de Bermúdez acaba de ser determinante para su no renovación en el cargo. El problema es que el recurso de este aberrante sobreseimiento que de momento cercena las esperanzas de esclarecer aspectos clave del 11-M, si bien está claro respecto a la cuestión de fondo, puede verse obstaculizado por graves escollos técnicos pues, por añadir más surrealismo al surrealismo, hay juristas que sostienen que tal decisión no es recurrible.
Por segunda semana consecutiva me esmero, pues, en estimular la imaginación cinéfila del nuevo fiscal del Estado. Ante esas enormes puertas de la ley que filmó Welles tiene ahora mismo sentados en un lado al único condenado como autor material de la masacre de Madrid clamando, con indicios insoslayables, que ha sido víctima de la mayor injusticia judicial de la Historia; y en el otro a los representantes de dos tercios de las víctimas que ya han podido demostrar en un juzgado que la policía manipuló pruebas decisivas de la investigación y exigen que eso no quede amortizado a beneficio de inventario. Una fina inteligencia como la suya no puede ignorar que lo que se aporta desde esas dos perspectivas antagónicas es en realidad coincidente.
Como siempre que se trata de la Justicia, el «relato dentro del relato» de Kafka tiene dos finales. Exasperado por la estulticia del portero, Josef K. llega a un diagnóstico sin esperanza: «La mentira se convierte así en el orden universal». Pero el sacerdote hace una salvedad a la que es posible agarrarse como a un último matorral sobre el abismo: «Al principio se dice que la puerta de la ley permanece abierta, como siempre, pero si siempre permanece abierta, siempre, es decir independientemente de la duración de la vida del hombre para el que está destinada, entonces el portero tampoco podrá cerrarla».
Eso es lo que está hoy en juego en España: si prevalecerá la puerta o lo harán algunos de sus más torpes, fanáticos e indolentes porteros. De momento van ganando los porteros.
pedroj.ramirez@elmundo.es
domingo, 19 de febrero de 2012
El Cesid y la Verdad del 11-M
Sin necesidad de entrar siquiera a analizar la participación del CESID en el golpe de estado del 23-F, o la del CNI en la ocultación de la verdad del 11-M, la historia de nuestra democracia está plagada de episodios en los que nuestros servicios de inteligencia han traspasado flagrantemente las fronteras de la legalidad. Pero con la diferencia, si nos comparamos con otros países, de que esas transgresiones han ido casi siempre dirigidas a proteger los intereses pecuniarios o políticos de nuestra casta, y no a defender el interés de la Nación.
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